Un viaje que se me hizo corto. Mi mente se mantuvo inmersa en mi pasado, como venía siendo habitual en los últimos años en mi vida.
La cabeza peluda y enorme, como si de un momento a otro fuera a romper el techo del coche, se mantenía en silencio, atenta a la carretera, conduciendo con extremada precaución. Tal y como le había pedido. Pues necesitaba organizar mi mente antes de volver a la AMC, esa academia de la que me marché hace unos diez años por unos motivos que me disgusta recordar.
—Señor Vidonius, vamos con cierto retraso a la reunión. ¿Desea que acelere el paso?
—Descuida Goral, mantén este ritmo, como habíamos quedado.
—Como deseéis, señor.
Sonreí para mí mismo, Goral era un gran empleado, uno al que consideraba amigo, pero no era capaz de abandonar la seriedad y los modales, ni siquiera estando a solas.
Pero volviendo a lo que nos ocupa, mi entrevista hoy ante el director que formó parte de mi partida prematura del ejército lykon en el Fuerte Cúster, sólo obedecía a una situación... buscar más caminos para salvar a mi mujer de una terrible y enigmática enfermedad.
—Y por favor Goral, cambia ya de emisora,— Suspiré —la música de hoy en día me deprime cada vez más.
—Como deseéis, señor.
—Dios, realmente no sé qué o quien me deprime más— concluí, llevándome una mano a la cara.
Entonces cambió a una emisora donde ponían grupos con gritos guturales, sonidos estridentes y letras que jamás enseñaría a mi abuela, por su propio bien.
¿Se estaba riendo de mí? En fin, la confianza da asco, comprobado. Me hundí en mi asiento y en mis pensamientos. No quería saber más nada de ese monstruo peludo y su música hasta llegar a la academia.
* * *
Una vez llegamos a los aparcamientos de la AMC, mis pasos fueron directos al comedor, pensar tanto y un viaje tan largo hacían aflorar un hambre voraz en mi interior. Algo normal, dado el caso. Así le volvería a pedir uno de mis platos favoritos a Sebastian, ese cocinero granujilla que siempre bromeaba con que había tirado pelos en mi plato. Maldito desgraciado, como me conocía... sabía cómo provocarme.
Así que, después de todo, me senté para volver a comer aquel delicioso plato elaborado de las propias manos de uno de mis viejos amigos aquí.
Nomuru, uno de los actuales mejores guerreros activos de la Academia Militar Clantria, acompañó a Ditanni al comedor. No iban a aquel lugar para comer, sino para conocer a alguien que, desde aquel entonces, se convertiría en una persona muy importante para la vida profesional de Ditanni.
La academia había decidido premiar a varios de los soldados por el hábil desempeño en sus labores a lo largo del último año. Y Ditanni, para sorpresa de ella, había sido una de ellos.
Y su premio era, nada más y nada menos, que ejercer de aprendiz bajo la mentoría del ya retirado Sivious, un admirado kannempa lykon con años de experiencia y misiones satisfactorias a sus espaldas.
—Dichosas modas de hoy... ¿te estás tiñendo mechas de blanco? —bromeó Nomuru a su viejo amigo Sivious una vez llegaron a su encuentro— Te traigo a tu nueva aprendiz, amigo.
—Es un honor conocerle, señor —saludó respetuosamente Ditanni inclinando la cabeza.
Por supuesto, la nueva aprendiz estaba emocionada y enormemente agradecida por aquel premio.
No importa qué tan fuerte te hagas, siempre habrá alguien que busque superarte, por eso nunca debes detenerte.
Al llegar Nomuru no dejé de comer. Sabía que era casi una falta de respeto pero, al menos tragaba la comida antes de hablar.
—¡Nomuru!— lo saludé mientras me cortaba otro trozo de tomate al mismo tiempo que el aguacate. Y mientras que mi tenedor iba en busca de un semicírculo de cebolla, volvía a hablar.
—Juraría que tenías menos patas de gallo, y más pelo... ¿tan mal te tratan aquí? Debiste irte conmigo hace diez años, te hubiese puesto una camita en el desván.— Dije serio, pero divertido. Fue entonces cuando me metí la comida en la boca.
Estuve unos segundos masticando -con la boca cerrada, eso sí- hasta que al fin miré de reojo a la chica, antes de volver a centrarme en el plato.
—¿Comes así de bien, niña?— hice otra pausa, —esto aporta muchas vitaminas, te vendrá bien para tu entrenamiento.— concluí señalando el plato, mientras volví a mirar de reojo a Ditanni.
Cuando acabé el tomate, el aguacate y la cebolla, me limpié la boca, retirando el plato un poco más al centro de la mesa. Y me levanté para presentarme frente a mi viejo amigo. Me limpié las manos con una toallita húmeda que me habían puesto previamente en la mesa, y luego me coloqué mis guantes de cuero negro.
—Fue un placer volver a verte, Nomuru— le ofrecí mi mano, ahora protegida por el guante. —Mi casa cuenta con alojo para ti en cuanto quieras hacerme alguna visita.
Luego pasé de largo a la joven.
—Tu maleta ya estará en mi vehículo, niña. Nos vamos.
Nomuru no pudo evitar reír y seguir la broma de Sivious después de escuchar cómo su amigo se dirigió amistosamente a él.
—¿Tanta riqueza y sólo me ofreces dormir en un desván? Tú lo que quieres es dejarme calvo para sentirte más joven.
Ditanni captó al instante ese buen feeling entre veteranos y comprendió que debieron ser muy buenos compañeros de aventuras en el pasado. Cosa que le hizo sentirse cómoda.
Y cuando ella se convirtió nuevamente en el centro de atención, anotó mentalmente su primera lección: alimentarse adecuadamente.
Como buena soldado, no se quejaba de lo que le ponían en la mesa, aunque cierto era que a veces ella y su compañero Mag se gastaban unos dins en algo más sabroso pero menos nutritivo de lo que ofrecían gratuitamente en el comedor de la academia. Así que no cabrían excusas del tipo: "¡pero nuestras deliciosas hamburguesas de pago también contienen tomate, cebolla y salsa de aguacate!"
Y antes de que Ditanni pudiera responder a la pregunta nutricional que le hizo su nuevo maestro, escuchó que este se despedía de su preciado amigo con una invitación a su casa.
—Acepto la invitación, siempre y cuando pueda tomar ese exquisito café que prepara Goral —contestó Nomuru entre sonrisas para luego despedirse inclinando la cabeza con máximo respeto—. Siempre es un placer, amigo.
Y en cuanto el lykon Sivious ordenó a Ditanni partir con él, ella asintió con la cabeza con disciplina.
—Sí, maestro.
Para concluir, el admirable Nomuru se dirigió a la soldado con calidez, pronunciando aquellas sabias palabras de esperanza que todos los grandes guerreros de la paz llevaban pronunciando desde tiempos inmemoriales:
—Recuerda: La energía de la Tierra está en ti.
No importa qué tan fuerte te hagas, siempre habrá alguien que busque superarte, por eso nunca debes detenerte.
Ditanni estaba un poquito nerviosa. Aunque ella viera a su nuevo maestro cerrando los ojos para descansar, los silencios le eran incómodos a cualquiera. Pero estaba cómoda en aquella limusina acogedora y silenciosa, dirigida por un ser con mucho vello que jamás había visto antes... ¿quizá una criatura común en Vossed? Al fin y al cabo Ditanni era extranjera y no conocía la "fauna" de por allí.
Pero desgraciadamente no podría preguntarle personalmente a aquél tal Goral...
Miró a Sivious abrir sus ojos, parecía extrañado por algo. Y de pronto notó que él se lanzó hacia ella protegiéndola mientras advertía a la pobre criatura que hacía de chófer. El sutil ruido de un cristal quebrado y el posterior accidente le hicieron comprender la situación.
Tras una sacudida violenta que parecía interminable, pero que no dañó a Ditanni gracias a la ágil intervención de su maestro, éste le soltó y se preocupó por su salud, a lo que ella le respondió entre suspiros de tensión:
—Sí... ¿Q-qué ha sido eso?
No importa qué tan fuerte te hagas, siempre habrá alguien que busque superarte, por eso nunca debes detenerte.
Aunque su cabeza girara a todos lados en busca de información visual, Ditanni no pudo ver nada desde dentro de la limusina, la oscuridad de la noche y del lugar limitaban su visión.
Pero escuchó la voz de su maestro, que la guiaba ofreciéndole una mano. Ditanni la tomó y entonces pudo salir del vehículo.
Medio escondida tras la accidentada limusina, volvió a mirar mejor y vislumbró unas cuantas siluetas en la ladera. Alcanzó a contar entre seis o siete figuras en la distancia, ensombrecidas por la negrura del lugar. Quizá fue su mente que le engañó, pero le dio la impresión de que los ojos de aquellos misteriosos personajes desprendían un brillo, un brillo que daba pánico. Aquella mala sensación delataba que ellos fueron los causantes del accidente.
Y aquella mala sensación ya la había sentido Ditanni antes, en alguna misión.
Fue todo muy breve. Aquellas siluetas no se quedaron paradas, rápidamente parecían huir de algo, lo cual hizo alarmarse a Ditanni.
—¿Por qué huyen?
La soldado aprendiz buscó la mirada de su maestro para encontrar respuesta, pero pudo vislumbrar por sí misma que otro grupo de personas acudía al lugar desde el otro lado.
¿Es que habría algo más peligroso?
No importa qué tan fuerte te hagas, siempre habrá alguien que busque superarte, por eso nunca debes detenerte.
Ditanni era joven, pero lo suficientemente experimentada en enfrentamientos como para mantener la sangre fría y reaccionar rápidamente ante cualquier situación de peligro. No por cualquier razón había sido elegida en la academia como aprendiz de Sivious, un lykon de reputación controvertida, pero un lykon del bando correcto, después de todo.
Pero incluso los más fuertes lykon seguían siendo humanos en el fondo.
Ditanni había comenzado a correr ladera arriba para alcanzar la carretera nuevamente, entendió rápidamente por palabras de su maestro que debían huir de aquellos seres oscuros.
Ella no miró para atrás durante su carrera, cosa que sí hizo Sivious, quien, pasmado por algo que vio, quedó expuesto como un antílope que cruza un río lleno de cocodrilos, pura presa del enemigo.
Ditanni casi había alcanzado la carretera cuando oyó un fuerte disparo, y luego un gemido de dolor. Se volteó y vio a Sivious que, dolorido, le ordenaba seguir corriendo hasta cruzar la carretera.
En una ocasión como aquella, Ditanni lanzaría una ráfaga de balas hacia el enemigo con intención de cubrir a su compañero tocado. Pero no llevaba su rifle consigo, estaba desarmada. ¡Se suponía que el viaje sería tranquilo!
Así que la soldado actuó por instinto, aunque asustada.
—¡Venid por mí, cobardes! —gritó fuertemente a aquellos engendros con intención de convertirse en señuelo antes de proseguir con su carrera, esta vez con algo de pavor en el cuerpo.
Continuó atravesando la carretera y al instante escuchó un ruido tremendo a sus espaldas, mucho más fuerte que un disparo. Fue como si un trueno ensordecedor provocara estrepitosos temblores en el suelo detrás de ella hasta el punto de que tuvo que detenerse y apoyar sus manos en el suelo para mantener el equilibrio.
Al girar la cabeza, lo que vio la dejó estupefacta. Como si un terremoto estuviese provocando un derrumbamiento de la ladera, llevándose consigo incluso gran parte de un carril de la carretera, los monstruosos seres caían como si se les hundiera el suelo bajo sus pies y eran luego aplastados por rocas.
¿Qué había ocurrido?
Y antes de que Ditanni se preguntara a sí misma si Sivious había caído con ellos, este aterrizó heroicamente a tan solo un metro de ella, brotando chispas de sus brazos que hacían comprender que fue él quien provocó aquel rayo que hundió el suelo.
Ya había escuchado sobre los poderes de lykon y magos, pero Ditanni quedó inevitablemente fascinada por aquella habilidad. Incluso tardó en reaccionar al reclamo de ayuda de su maestro para levantarle, que realmente lucía dolorido.
La aprendiz auxilió a su maestro para reincorporarse y volvió a la realidad. Mientras proseguían con la huida a duras penas, y tras escuchar las palabras tranquilizadoras de Sivious sobre una moto inteligente que acudiría a ellos, se preocupó por la herida de este y recordó que, aunque no llevara su arma reglamentaria encima, sí que tenía un pequeño kit de primeros auxilios.
—Espere, tengo una dosis PAC para detener la hemorragia.
Se detuvo y ágilmente sacó un mini-bote de spray de un saco en su cinturón.
Sin la vergüenza propia de toda situación cotidiana, desnudó sin preguntar el lastimado torso de su maestro y, tras encontrar la herida, aplicó el spray como le enseñaron en la academia.
Una dosis PAC detenía casi cualquier desangrado y aliviaba el dolor, a cambio de un fugaz aunque pronunciado escozor, que para un lykon no sería tan pronunciado.
No importa qué tan fuerte te hagas, siempre habrá alguien que busque superarte, por eso nunca debes detenerte.